viernes, 27 de abril de 2007

El espíritu de Labordeta (1)

Está pasando. Lo estás viendo.



Barcelona, abril 2007

Inauguro en La cadena la sección "El espíritu de Labordeta", que tuvo su germen en el ya desaparecido y siempre añorado foro de Planeta Velvetina (de cuya prohibición y triste final hablaremos a su debido momento). De lo que se trata en este espacio es de relatar mis experiencias viajeras, anécdotas incluidas, que diría el ínclito Julián Ruiz. Con el tiempo espero ir recuperando alguno de los "espíritus" publicados anteriormente (Jerez, Madrid) o hacer mención de otros que jamás llegaron a ver la luz (Valladolid, Zaragoza). Sin embargo, la actualidad manda. Y la actualidad es Barcelona.


No vueling

De todos los viajes que he realizado en los últimos años (y han sido muchos) este ha sido, con diferencia, el más accidentado. De hecho, ¡estuve a punto de no llegar jamás a Barcelona! Imaginen la situación: Sábado 21 de abril, aeropuerto de San Pablo de Sevilla. 8:00 AM. Me dispongo a facturar en VUELING, con la idea de llegar a la Ciudad Condal temprano para instalarme, quedar con familia y amigos y preparanos para el concierto de Roger Waters de la noche. Sin prisas, todo perfectamente planeado y organizado, para variar. Pero he aquí que cuando llega mi turno, la chica del mostrador de la compañía observa mi DNI con cara de extrañeza y me pide que me acerque. "Usted tiene el carnet caducado. No puede volar". ¿Cómo? ¿Pero qué dice? (que diría Marco). Tras unos instantes de incredulidad, me dirijo a la supervisora, quien parecía estar filtreando con un griego... "No, no puede volar, lo dice la ley, a no ser que tenga un pasaporte o un carnet de conducir actualizado". Me temo que mi carnet de la biblioteca no vale para este tipo de situaciones, no digamos ya el del Blockbuster, que ni siquiera existe ya. Mi pasaporte, que está en casa, debe estar más caducao que un yoplait de la tienda de los chinos. ¿Qué debo hacer? ¿Volver a casa y olvidarme de Roger Waters? ¿O buscar un plan B?


Como no soy de los que se rinde fácilmente, pillo un taxi raudo y veloz y me dirijo a la estación de Santa Justa, y que sea lo que Dios quiera. En el mostrador para comprar billetes, un tipo con bigote me informa de que hay un tren que sale a las 9:00 y que llega a Barcelona sobre las 18:00 horas. Pago sin mirar la tarifa y me dirijo al andén. Afortunadamente, en los trenes no piden DNI, así que puedo entrar sin problemas. ¡Primer obstáculo superado! Me queda un largo viaje imprevisto, en el que trataré de dormir lo máximo. ¡Todo por tí, Roger! ¡Ni se te ocurra cancelar el concierto o tocar Ça Ira! (casi prefiero lo primero).


El viaje en tren es tranquilo y cómodo, como los anuncios de la tele, debido a la poca afluencia de viajeros. Si es que no son horas. Un niño me hace carantoñas, como si se burlara por haber perdido mi avión. A través de la ventana, el cielo está nublado, un poco como mi mente en esos momentos. Mando un SMS a la gente que me espera en Barcelona, e informo del retraso de mi llegada al hostal. Sin duda será un largo viaje. Me da tiempo a escuchar el mp3 entero (un refrito de Pink Floyd, NIN, Kiz Richards, Damone, Iron & Wine, Micah, Pearl Jam, Marah, Ian Hunter, etc) y de terminar de leer "Fiebre en las gradas" de Nick Hornby. Un libro inteligente sobre fútbol, quién lo diría. Al final, casi que me hago hincha del Arsenal y todo. También tengo tiempo de seguir sin sonido una mala película de la sexy Jennifer Love Hewitt, en la que se muere y resucita, y el pringao del novio tiene una segunda oportunidad de conquistarla, y bla bla bla. Una tontería, pero ella sale bastante mona y además en ropa interior, por lo que ya es mejor que todas las películas de Sandra Bullock juntas. Y las de Amenábar.


Con mucho "amor"



Me saltaré mis "pequeñas siestas", alteradas por las paradas en Madrid, Zaragoza, Lleida..., así como mi llegada a la estación de Sants y el largo camino (the long and winding road) desde la parada de metro al puñetero hostal, en el número 100 de una calle interminable. Con todo, hay que reconocer que es un lugar acogedor, tiene buen precio y el servicio es agradable. Tras deshacer la maleta y darme una ducha salgo pitando a mi cita con mis amigos, el Palau Sant Jordi... y ¡Roger Waters!
Debo reconocer que empecé a escuchar en serio a Pink Floyd relativamente tarde, hará unos 5 o 6 años. Digamos que mi "necesidad de sinfonismo" (quicir, mi necesidad de una música más "compleja y trascendente" que el pop simplista o el rock directo me ofrecía) fue suplida en mi adolescencia por tipejos como Mike Oldfield, Jean Michel Jarre o ¡¡¡Kitaro!!! Dicho así se diría que soy el típico nerd jugador de ajedrez, con el esparadrapo blanco en las gafas, y la obsesión con Star Wars y el Señor de los Anillos, pero nada más lejos de la realidad. En realidad, puede hacer una década o más que no he vuelto a escuchar un disco de esos tres individuos, y de ellos, sólo siento cariño por el megalómano Jarre y su ridículas sintonías pretenciosísimas. De hecho, aunque hacía mucho que ya no significaba gran cosa para mí en los tiempos de Chronologie, asistí al concierto del francés en la Expo´92 y fue muy divertido, con sus rayos láser y sus proyecciones grandilocuentes. Ahora que lo recuerdo, hasta tengo algunos CDS firmados de su puño y letra. Mike Oldfield tiene algunas cosas interesantes, pero me cae bastante gordo, y aún estoy tratando de saber por qué me compré un directo de Kitaro en el que el dichoso sintetizador era capaz de acabar con la paciencia del oyente. Digamos que fueron períodos de confusión musical, de los que no me arrepiento porque forman parte de mi evolución "cultural", pero que afortunadamente pasaron a mejor vida.
Lo de Pink Floyd es distinto, no solo por su calidad; estamos hablando de música que puede llegar a afectarte emocionalmente. A ratos grandilocuente y pretenciosa, no digo que no, pero con un fondo de oscuridad e imaginación realmente atrayente. Es de esas músicas que si te pillan con la guardia baja, puede llegar a obsesionarte, como a mí me ha ocurrido en determinadas etapas. Sus temas no son para oírlos mientras haces la comida (como el disco de Carlos Jean) , ni sirven como hilo musical de un centro comercial (como los últimos de Red Hot Chili Peppers). La música de Pink Floyd es para escucharla y no hacer otra cosa al mismo tiempo, algo muy raro hoy día. No suena bien a la primera escucha, ni es comercial, ni es pegadiza. Pero como se te meta dentro, estás perdido.
The Dark Side of the moon tour

Por eso era tan especial para mí el concierto de Roger Waters. Porque en determinados momentos, la música de Pink Floyd lo ha llenado todo, y no ha dejado que preste atención a ninguna otra cosa, ya que es de esas experiencias artísticas que no permite infidelidades. Por supuesto que falta David Gilmour, Nick Mason y Rick Wright. Sin embargo, un recital del Richard Gere psicodélico es lo más parecido hoy día a un concierto de Pink Floyd. Y por eso los nervios empezaron a aflorar en las inmediaciones del Palau, donde una cerveza palió nuestra sed.

Cuando entramos en el recinto, gran parte del público había tomado posiciones, pero no nos fue difícil abrirnos hueco en una esperanzadora masa variopinta, en cuanto a edades, sexos e indumentarias. En el escenario, una pantalla muestra una habitación con una radio antigua, una botella de Johnny Walker y un vaso, que una mano de alguien fuera de campo va sirviéndose poco a poco, mientras fuma y cambia de emisora. Suena mucho Chuck Berry, Tom Petty and the heartbreakers, Abba (cuya canción "Waterloo" rechaza nuestro protagonista) y Vera Lynn, la de "The Wall". Esto promete.

A las 21:30 de reloj, y sin apenas darnos cuenta, toda la banda está sobre el escenario, en cuyo centro, el largirucho Waters maneja los hilos. Suenan las palabras introductorias de ese tremendo himno que es "In the flesh". No se me ocurre mejor carta de presentación para una noche como esta. El público responde de manera espléndida, preludio de una comunión que no parará hasta el final. Aquí no hay poses, estamos hablando de auténticos fans. Lo que llama la atención es la cantidad de desmayos que se producen (recuerdo como mínimo tres en mi zona), teniendo en cuenta que no había agobios (a pesar de que las entradas estaban agotadas) ni hacía demasiado calor. ¿Formarían parte del show?


Di no al budismo y a los hámsters




Desde los primeros compases, habrá tres características que definirán el concierto, a saber:



- Un gran sonido (en parte por el recinto, pero sobre todo por la tecnología que lleva nuestro amigo), que reproduce de manera impecable y a la perfección todas y cada una de las notas de las maravillosas canciones de Pink Floyd. Por supuesto, la tecnología no puede hacer nada sin una banda de músicos eficaces, en la que destacaría a Snowy White, un guitarrista curtido en mil batallas, y unas coristas que harían las delicias de cualquier aficionado a la música "negra". Del resto, destacar que el nuevo guitarrista se parece al David Gilmour de "Live at Pompei" pero en moreno, y que como los demás, no deja un ápice a la improvisación. Papá Waters manda (por cierto, que el hijo de Waters sí que está en la banda).



- Un protagonismo absoluto de Roger Waters, como no podía ser de otra forma, incluso en las canciones que él no canta (casi todo el "Dark side of the moon"). Él es el centro de todas las miradas, y se le ve disfrutar como un niño grande. Sorprendió a propios y extraños por lo bien que está de voz, teniendo en cuenta que nunca ha sido un frontman, y que la edad no perdona.



- Una importancia visual en un espectáculo medido al milímetro. Durante el concierto, veremos astronautas, cerdos volando, prismas con la descomposición de la luz por láser, cómic animados, homenajes a Syd Barret... En realidad, más que un concierto, es una celebración del universo floydiano, resumida en casi tres horas de actuación.


Tres partes

El concierto se divide en tres partes: La inicial, que comienza con dos temas de "The Wall" (In the flesh, y la acústica Mother), tres de "Wish you were here" (la que titula el disco, rarísima en la voz de Waters, "Have a cigar" y la maravillosa "Shine on your crazy diamond") un par del olvidado "The Final Cut" (The Fletcher Memorial Home y Southampton Dock, maravillosas) y un emotivo "Set the control for the heart of the sun", donde se muestra imágenes de la banda en sus tiempos mozos, con esos vídeos sesenteros que tanto recuerdan a los cuatro de Liverpool. Especialmente emotivas suenan los temas de "The final cut", con mensajes políticos intercalados en unos vídeos que más que nunca recuerdan la figura paterna obsesiva en la obra de Waters. Un par de temas en solitario ("Leaving Beirut" y "A perfect sense") dan paso a un psicodélico "Sheep" que nos vuelve a traer a la memoria esa maravilla de disco que es "Animals". Es el momento del cerdo volante.

Fotos de Natalia Moreno, en Indy Rock


Quince minutos de descanso y nos introducimos en la experiencia de la cara oculta de la luna. Una luna llena en la pantalla (que se va haciendo más grande por momentos) nos anuncia el comienzo de esa obra maestra que sonará completa y en el mismo orden que el disco. Todo un lujazo de principio a fin, que tiene sus puntos álgidos en "Time", "Money" y sobre todo en ese colofón de "Brian Damage/Eclipse", todo ello condimentado con bellos efectos de luz e imágenes en la pantalla. Ejecución perfecta, sin un respiro entre canción y canción, los mismos efectos sonoros del álbum, psicodelia digital...Toda una experiencia audiovisual que nos dejó con la sonrisa en la cara y ganas de más. La banda sale del escenario y el público no se conforma. ¿No ha tenido suficiente? Eso parece. Pero tranquilos, que aún faltan los bises.


¡Y vaya bises! Nada menos que una parte final dedicada de nuevo a "The Wall", con "The happiest days of our lives", "Another brick in the wall part II", "Vera", "Bring the boys back home" y esa maravilla de "Confortably numb" que cerró una noche memorable, y saldó una deuda pendiente. El largo viaje y la tensa espera habían merecido la pena. En nuestras cabezas, aún sonaban los ecos (echoes) de una noche para la posteridad. Cansados y felices, volvimos a nuestros aposentos, en mi caso con un objetivo: descansar lo suficiente porque al día siguiente me esperaba un evento muy esperado: el Salón del Cómic.


25 Salón del cómic

Me levanto dolorido (en parte porque la excitación del concierto no me ha permitido dormir tanto como quería), pero decidido a llegar hasta la Plaza de España, donde se encuentra el recinto que acoge el mítico Salón del Cómic, uno de esos lugares que escribes en tu agenda como futuribles. Y es que toda persona de bien, antes de morir debería tener un hijo, plantar un árbol y asistir, al menos una vez, al Salón del Cómic. Ya sólo me quedan dos deberes.


Y es que yo he crecido con los cómics. En mi memoria, los "Don Miki" van unidos a bocadillos de mortadela y fanta de naranja; los "Mortadelo" y "Zipi y Zape" los devoraba casi antes de aprender a leer. Nunca fui muy fan de "Asterix" o "Tintín" pero sí de Superlópez, El Coyote, Carpanta, Sporty, Benito Boniato... ¡incluso llegué a leerme "Candy Candy" en versión "Super Humor". Y poco a poco me fuí metiendo en los superhéroes, claro que sí: Spiderman, Capitán Marvel, Supersonic Man, Hulk, Superman, Silver Surfer, Batman... Ya con la "madurez", descubrí las novelas gráficas (Watchmen, Sandman, Miller, Moore) , y los "cómics serios" (Clowes, Burns, Thompson, Bagge, "Maus"), a los que ya considero prácticamente literatura. Toda una vida unida a las viñetas, cuya evolución de lectura ha ido unida a mi propia evolución personal. La cantidad de basura (y de maravillas) que he comprado, que he leído, que he disfrutado, que he tratado de copiar. A veces lo pienso y trato de preguntarme cómo fuí capaz de seguir tanto tiempo una serie tan mediocre como "Spawn", por ejemplo. O todas esas tonterías de Image. En el cómic, como en la música, también tienes que formarte el gusto. Volvamos a Barcelona.


En fin, que cuando llegué al recinto ferial me encontré con una cola para la taquilla que me recordó a las de la Expo´92 (colas que por cierto yo nunca sufrí, merced a un enchufe). Mucho friki disfrazado, mucho "peter pan" y algún que otro figurón, claro que sí, que de todo hay en la viña del señor. Cuando finalmente entro, la impresión es de agobio y confusión. Agobio por la cantidad de gente allí metida. Confusión porque uno no sabe dónde mirar: stands y stands de todo tipo de colores y formas, tiendas, exposiciones, manga, superhéroes, El Jueves, cómic valenciano, Astérix, Tintín, editoriales, etc etc... ¡Necesito centrarme!




¿Por dónde está pasando ahora "Los Servitas"?


Una tienda de chucherías me ayuda a recuperar el control y voy visitando poco a poco todo el recinto, sorteando superhéroes, personajes de Star Wars y frikis en general. Pronto descubro que hay autores firmando, entre ellos ¡mi admirado Alex Robinson!, autor de "Malas Ventas", una de mis obras favoritas. Lástima que en el stand de Astiberri me dicen que ya no firma más ejemplares, porque se tiene que ir.

A quien sí pillo es a Gilbert Shelton, el autor de Freak Brothers y El gato de Fat Freddy, un mítico dibujante de los años 70, de eso que se llamó "cómic underground". Compro un ejemplar de los hermanos Freak y le pido que me lo dedique. Gran tipo este Shelton: con pinta de anciano honorable, chapurrea algunas palabras en español y me dibuja a los tres protagonistas, escalonados. Me da las gracias, pero se las devuelvo. Es la primera vez que un dibujante me dedica un cómic. Soy feliz.


Shelton dejando su impronta en mi cómic



Nunca me ha interesado demasiado el manga (aunque ahora disfruto de "Barrio Lejano" de Taniguchi), y lo cierto es que tanta referencia al jodido Naruto me aburre, por eso pude saltarme algunos stands. Con la entrada me regalaron un cómic de El Capitán América (la culpa es de mi camiseta) y aparte, compré "Cuaderno de viaje" de Craig Thompson, y el nuevo número de "Y, el último hombre", recién salido del horno. En ese momento escuché por megafonía que Alex Robinson firmaría ejemplares otra vez. Ni corto ni perezoso me compré su nuevo cómic, "Estafados" y me puse en cola, aunque todavía era temprano. Poco antes había comido un bocadillo y una cerveza rodeado de Anakin Skywalker y soldados de la fuerza imperial. Dicho así, casi parece algo normal.

Necesitamos más "Malas Ventas"

El titular parece una provocación para la SGAE, pero en realidad eso fue lo que le dije a Alex Robinson cuando lo tuve delante. Primero le pedí que me dibujara a "Stephen" de "Malas Ventas", porque "Estafados" aún no lo he leído, y no conozco a los personajes. Incrédulo, me preguntó si quería que se lo dibujara en ese volumen, y le dije que sí. Espero no haberle ofendido, pero es que soy muy fan de "Malas Ventas", y el barbudo Stephen es uno de los personajes más carismáticos.

Alex Robinson dibujando en mi cómic. Un gran tipo.



Lo cachondo fue que Robinson hizo que el personaje apareciera pensando: "Esta... Oh, ya estoy en el libro equivocado otra vez", bromeando así sobre mi petición. Cuando terminó le dije en inglés: "Necesitamos más Malas Ventas" y me sonrió agradecido y sorprendido. Espero que tome buena nota, aunque por lo poco que llevo de "Estafados", promete muchísimo.


Stephen, por Alex Robinson

Cansado de dar vueltas, y tras echar un vistazo a la exposición de "Blacksad", al taller de cómic y a la sección de "El Jueves" salí del Salón con la sensación del deber cumplido. No fueron ellos los únicos dibujantes que vi, pero sí los que más me interesaron. No estoy seguro de querer regresar al Salón nunca más, pues como digo fue algo abrumador y casi acabo asqueado, pero sin duda merece la pena conocerlo.

El resto del día lo pasé haciendo un poco de turismo con un colega, en la catedral del mar y una especie de feria perriflauta en el parque de la Ciudadela, que es como la Feria de las naciones pero mejor organizada. Y al fondo, el hermoso Arco de Triunfo. Se hace de noche, comemos algo y nos despedimos. Al día siguiente, Sant Jordi.

O compras una rosa, o debes matar a un dragón


Rambla pa´rriba, rambla pa´bajo


Si pensaba que había visto masas humanas en el Salón del Cómic, estaba claro que no contaba con Sant Jordi. Madre mía, qué cantidad de gente. Es como Sevilla en Semana Santa pero en avenidas mucho mayores, y con gente de diferente raza, nacionalidad y condición (nada de pijos de azul marino y canis de blanco y negro). De nuevo, la sensación de sentirme desbordado, en este caso por los libros y por la multitud. Yo creía que el grueso de público se iba a concentrar en la plaza de Cataluña y las Ramblas pero qué equivocado estaba. ¡Toda Barcelona es una fiesta! Se realizan todo tipo de actos en librerías, plazas, barrios; en muchas calles puedes ver cadenas interminables de tenderetes con libros y rosas, hay senyeras por doquier... La ciudad se adorna y embellece aún más en su día grande, y todo el mundo sale a celebrarlo, con todo lo que eso conlleva.

Y yo que me hallaba en plena odisea, buscando una camiseta del Barça para regalar, que si esta talla no la tengo, que si no tengo letras para serigrafiarla por detrás, que si esto, que si lo otro. Al final la conseguí, pero acabó con parte de mi paciencia. Aunque no con toda, que tuve tiempo de ver a Álvaro Pombo y a Lucía Etxebarría firmando ejemplares en los stands de la FNAC. A punto estuve de acercarme a Lucía, para mostrarle mis impresiones sobre su "talento". Pero había cola, y bastante larga, mayor que mi animadversión hacia ella. Otra vez será.
Como todo en Barcelona, todo muy bien organizado, muy civilizado, sin prisas, sin ruido, sin aspavientos. Y mucho color, todo muy bonito, a pesar de los globitos del PSC, o de alguna proclama radical (Catalunya is not Spain) como excepciones en una jornada luminosa que tuvo como protagonista al libro, ese "clavo ardiendo" al que nos arrimamos algunos en los malos momentos.


En la Plaza de Cataluña había tres escenarios diferentes, montados para la ocasión. En el de "Radio Cataluña" pude ver a Beth de OT promocionando su "nuevo" disco mientras el locutor de turno hacía bromas en catalán sobre Rajoy y Acebes. Si es que se les ve el plumero.


A ver si aprendes de Dani Zueras...


De los otros escenarios, uno era de TV3, y el otro estaba dedicado a la defensa del catalán, por lo que era el que menor público acogió. Tuve tiempo de escuchar el discurso de la cantante negra de Buenafuente en defensa de las lenguas nativas, y a un grupo chileno al que no presté demasiada atención. Me fijé más en una niña negra que bailaba de maravilla, o en unos chavales que me pidieron que les fotografiara mientras jugaban en torno a una estatua. Empezaba a oscurecer, pero seguía llegando gente.

Es curioso que a pesar de la sobreexposición (o quizá por su culpa), casi no comprara ningún libro al final. En parte porque me había salido de presupuesto desde el principio, en parte porque había mucho libro nuevo que no me interesaba demasiado. Y digo que casi no compré porque sí que pillé uno para regalar, y no precisamente una novela. En fin.

Tras tanta caminata, aproveché algún banco para descansar y leer, que yo veo mucha gente comprando pero poca leyendo. Y es que debería cambiarse lo de "Día del libro" por "Día de la lectura", que no es lo mismo.

Continué mi ruta por la Rambla de Cataluña y Paseo de Gracia y la sensación fue la misma, con mareas humanas pa´arriba y pa´bajo; escritores desconocidos firmando libros; personas de toda condición ofreciendo rosas, extranjeros, mochileros, perriflautas, familias enteras... Agotador.

Pensando que tenía que madrugar para marcharme muy temprano al día siguiente volví al hostal con la sensación de haber corrido una marathon. Me dolía la espalda de estar de pie; los pies de caminar todo el día, y además no paré de sudar en los tres días que estuve, por culpa de ese calor húmedo tan distinto al sevillano. De hecho, la mitad de mi presupuesto se fue en botellas de agua.

Ya en el hostal me acordé de mi último obstáculo: Si no había podido volar de Sevilla a Barna por tener el DNI caducado, ¿por qué iba a ser diferente al contrario? Decidí que tenía que intentarlo: eran compañías diferentes, y al fin y al cabo, el año pasado ya había viajado en avión sin el carnet en regla. No tenía nada que perder y mucho que ganar.

Cuando sonó el despertador a las 4.30 AM no me lo podía creer, pero pegué un salto hacia la ducha. A las 5.00 el taxi fue puntual para recogerme y llevarme de nuevo, a la Plaza de Cataluña. Allí cogí el aerobus, que me dejó en el aeropuerto con tiempo de sobra para facturar. En la cola de Air Europa, volvieron mis temores. La chica del mostrador me pregunta varias veces si viajo solo y le digo que sí, temeroso de hablar más de la cuenta y que se me note lo nervioso que estoy. Me siento como Steve McQueen en "La gran evasión", cuando los nazis realizan un reconocimiento. Cuando parece que todo está en orden, la chica mira el DNI y dice: "Este documento está caducado". Ahí está, me pillaron. Se acabó lo que se daba. Caput. Pero al instante, continúa: "Tenga cuidado, un día no le van a permitir volar". No tiene ni idea, pienso, pero no digo nada. Y me deja pasar, ¿prueba superada?

Lo sé, tengo el DNI caducao

Eso creía yo, que había ganado. Pero entonces, en los controles del aeropuerto, cada vez que paso por el escaner, suena un pitido, y me tengo que quitar hasta los zapatos. Para colmo, cuando por fin logro pasar sin dar la nota, el policía me hace abrir la bolsa de equipaje y saca un desodorante, un champú y un bote de espuma de afeitar que me requisa por culpa de la nueva ley y bla bla bla. "¿quiere facturarlo? si no, tendré que tirarlo". Es tarde, y además me niego a pasar otra vez por la vergüenza del DNI caducado, así que ahí se quedan, qué se le va a hacer. Sólo falta la puerta de embarque, pero para entonces, mi dedo ya se encarga de tapar la fecha de caducidad del carnet.

Y por fin vuelo, y llego a una Sevilla vestida de Feria, sintiéndome un terrorista de Al Quaeda como poco. Me desquito, eso sí, "robando" varios periódicos del avión, que no compensa las pérdidas, pero al menos me autoengaño llevándome algo que no es mío. No del todo al menos.

Ha sido un viaje agotador, intenso y lleno de emociones. A pesar de todo, espero repetir pronto. Y que ustedes lo lean.

viernes, 20 de abril de 2007

Vivimos en un mundo extraño






Mañana me marcho a Barcelona, una ciudad a la que dedico unos días todos los años, buscando la excusa de un concierto o algún evento de gran magnitud para perderme una vez más por sus calles. Es una escapada y un reencuentro al mismo tiempo, ya que es una ciudad con la que me identifico y en la que me siento como en casa. Esta vez la excusa no es otra que la actuación que Roger Waters ofrecerá en el Palau Sant Jordi, y que promete ser uno de mis momentos álgidos de 2007. Y es que el año pasado pasé por una preocupante fase de obsesión con "The Wall", un disco que pertenece más al propio Waters (y a Bob Ezrin) que a Pink Floyd, una obra compleja, tan oscura y retorcida como grandilocuente y genial.


Cuando empecé a ver martillos gigantes caminando por las calles decidí que ya era hora de cambiar a discos más positivos y energéticos, pero mientras duró la fiebre fueron unos meses en los que la asfixiante atmósfera del disco fue apropiándose poco a poco de mí, rozando la paranoia, lo que demuestra la calidad de un álbum que va más allá de una serie de canciones con gancho (de hecho, muchos se quedaron en el "We don´t need no education"). La obra definitiva de Waters, y para mi gusto, de Pink Floyd. Ya hablaremos largo y tendido de él, aun a costa de mi salud mental.






Vivimos en un mundo extraño. Porque mañana disfrutaré del "Dark side of the moon tour" con un gigante de la historia del rock, y hoy me he enterado de que Alejandro Sanz va a sacar un disco en inglés en el que va a homenajear a Pink Floyd nada menos. Todavía trato de asimilarlo. ¿Qué canción va a versionear? ¿Dogs tal vez? ¿Echoes? ¿Se imaginan una versión aflamencada de Breathe? Mejor no pensarlo.

Everything is connected. Para bien o para mal.


Ahora mismo suena "Brain Damage", y siento cierta inquietud. Y no sólo por la noticia mencionada. Imagino que el tiempo nublado, muy pinkfloydiano, tiene algo que ver.




La semana que viene estaré de vuelta y con nueva sección: "El espíritu de Labordeta" (algunos ya la conocen), en la que contaré mis aventuras catalanas, rambla pa´rriba, rampla pa´bajo.

Mientras tanto, sean buenos y escuchen "Pet Sounds" de Beach Boys.

There is no dark side of the moon really. Matter of fact it's all dark.

martes, 17 de abril de 2007

El principio


Hoy es mi cumpleaños. Por eso quiero celebrar con todos vosotros la creación de este nuevo blog, que pretende abarcar todos los recovecos de mi mente, y parte de la de los demás.

Muchos os preguntaréis si soy el mismo AdsoDmelk de www.viruete.com; el mismo que escribe reseñas literarias y entrevistas en www.ciberanika.com; el mismo Adso de Planeta Velvetina; si soy el mismo AdsoDmelk que frecuenta los foros de Anika; e incluso si soy el mismo Adso que vierte sus incoherencias en la lista de correo de www.popular1.com. La respuesta a todas esas preguntas es un rotundo sí.

¿Tengo razones para abrir este nuevo diario? ¿No está internet saturado ya de sitios personales onanistas e intrascendentes? ¿No debería ocupar mi tiempo en asuntos más productivos como salvar vidas o plantar tomates? De nuevo, la respuesta es afirmativa para los tres casos, y la razón que alego para crear este monstruo es que servirá de acicate para un proyecto más ambicioso, del que este blog será soporte, experimento y en cierto modo, semilla. De momento no puedo adelantar nada más.

El principio. El principio es Axl Rose arrestado por unos policías que parecen sacados de los Simpson. Pues sí que empezamos bien.

Suena "Quicksand" de David Bowie. Son las 23:30 horas. Esto acaba de empezar.