domingo, 30 de diciembre de 2007

Escenas encadenadas (3) Clifford Worley y Vincent Coccotti en "Amor a quemarropa"

Película: Amor a quemarropa

El joven y solitario Clarence (Christian Slater) está celebrando su cumpleaños viendo películas de kung-fu en un destartalado cine de Detroit, cuando una rubia explosiva, Alabama (Patricia Arquette), hace su entrada en la sala derramando sus palomitas sobre él. De este incidente surgirá una loca aventura de amor que llevará a los dos jóvenes a vivir una verdadera noche de pasión. Alabama es, en realidad, una prostituta alquilada por el mejor amigo de Clarence como regalo de cumpleaños. Los dos jóvenes se enamoran y contraen matrimonio. Clarence intenta alejar a su mujer de la prostitución, y se enfrenta con su chulo (Gary Oldman) al ir a recoger las pertenencias de Alabama, pero al abrir la maleta se encuentran con una considerable cantidad de cocaína... que utilizarán como esperanza para realizar todos lo sueños que han deseado. (FILMAFFINITY)


Escena: El capo siciliano Vincenzo Coccotti (Cristopher Walken), en su búsqueda desesperada de Clarence y Alabama para recuperar el maletín con cocaína, se encuentra con Clifford Worley (Dennis Hopper), padre de Clarence. Tras ser torturado para que confiese el paradero de su hijo, y sabedor de su inminente final, Clifford le da una lección de historia a Vincenzo Coccotti.



Coccotti: ¿Sabe usted quién soy, señor Worley?

Clifford: Tengo que rendirme. ¿Quién es usted?

Coccotti: Soy el vengador y estoy de un humor de perros. Dígale a los ángeles cuando llegue al cielo que jamás había visto el mal tan personificado como lo vió en el rostro del hombre que lo mató. Me llamo Vincent Coccotti, soy asesor del señor Blue Lou Boyle, el hombre al que su hijo robó. Se que en otro tiempo usted fue policía, así que supongo que habrá oído hablar de nosotros. ¿Estoy en lo cierto?

Clifford: He oído hablar del tal Boyle.


Coccotti: Estupendo. Espero que eso elimine la pregunta que se habrá hecho sobre de qué le estoy hablando. Jugaremos a preguntas y respuestas, y a riesgo de parecer redundante, le ruego que sus respuestas sean sinceras. ¿Quiere un cigarrillo?

Clifford: No

Coccotti: Yo también tengo un chico de la edad de su hijo. Imagino lo doloroso que esto será para usted, pero Clarence y esa zorra que le acompaña se han buscado esto ellos solitos. Así que le imploro que no siga ese camino con ellos. Siempre puede consolarle el hecho de que no tenía elección.

Clifford: Oiga, me gustaría ayudarle si pudiera, pero hace mucho que no veo a Clarence.

Coccotti: ¿Ve este puño? (le pega en la cara) . Duele, ¿verdad? Que te partan la nariz es algo horrible. Notas cientos de punzadas en el cerebro y los ojos se te llenan de lágrimas. No es nada divertido, pero lo que yo quiero ofrecerle es lo mejor que va a conseguir. Y tiene la ventaja de que será rápido. Hablamos con sus vecinos, vieron un cadillac de color granate, y Clarence tiene un coche igual. Por lo visto ayer estaba aparcado aquí. Señor Worley, ¿ha visto a su hijo?

Clifford: Le he visto.

Coccotti: No estoy seguro de lo que le habrá contado así que, por si acaso no estuviera usted informado, le ilustraré un poco. Esa zorra con la que anda su hijo tenía un chulo que era mi socio, porque además de tener una agencia de nenas trabajaba para mí en calidad de correo. Bueno, al parecer, esa zarrapastrosa averiguó que íbamos a hacer un negocio, porque su hijo llegó al club en plan vaquero, pegando tiros, y no paró hasta cerciorarse que todos estaban muertos.

Clifford: ¿De qué coño está hablando?

Coccotti: De que mató a mi socio, y robó una maleta con droga. Luego huyó de allí. Se habrían salido con la suya, pero su hijo, el muy capullo, se dejó su permiso de conducir en la mano del muerto. (Risas)

Clifford: Perdone, pero no le creo.

Coccotti: Eso a mí no me importa. Lo que me importa realmente es que yo le crea a usted. ¿Adónde han ido?

Clifford: Están de luna de miel.

Coccotti: Vaya, me cabrea hacer la pregunta por segunda vez. ¿A dónde han ido?

Clifford: No me lo dijeron. Espere un momento y escúcheme. No había visto a Clarence desde hacía tres años. Ayer se presentó aquí con una chica. Dijo que se habían casado. Lo único que quería era algo de dinero en efectivo para irse de luna de miel. Quería que le prestase 500 dólares. Le dije que le ayudaría y le hice un talón. Luego desayunamos juntos y esa fue la última vez que le vi. Puedo asegurarle que ni ellos me dijeron dónde iban ni a mí se me ocurrió preguntarlo.

(Un matón le desliza la hoja de su navaja por la palma de su mano, hiriéndole, y le echa alcohol sobre la herida, Clifford grita)

Coccotti: ¿Sabe? Los sicilianos son grandes embusteros, los mejores del mundo. Yo soy siciliano, mi padre era el campeón del mundo de los embusteros sicilianos. Al crecer con él, aprendí cómo hacerlo. Hay diecisiete cosas distintas que uno puede hacer cuando miente, quien quiera descubrirle tendrá que averiguar las diecisiete formas. La mujer tiene veinte, el hombre diecisiete, pero, si las conoces como conoces tu propia cara, puedes mandar todos los detectores de mentiras al infierno. Lo que intentamos ahora es el juego de mostrar y contar, usted no quiere mostrarme nada pero así lo cuenta todo. Sé que usted sabe donde están, así que dígamelo antes de que le haga sufrir, porque de morir no se libra.

Clifford: ¿Podría fumarme uno de esos cigarrillos?

Coccotti: Claro

Clifford: ¿Tiene una cerilla? No, espere, no se moleste, yo tengo. Usted es siciliano, ¿eh?

Coccotti: Sí, siciliano

Clifford: ¿Sabe? Yo leo mucho. Sobretodo cosas ocurridas en la historia. Para mí es algo fascinante, y hay un hecho que no sé si usted conoce. Los sicilianos descienden de negros.

Coccotti: No entiendo. ¿Cómo? ¿Cómo ha dicho?

Clifford: (Risas) Bueno, es un hecho, sí. Verá, los sicilianos tienen sangre negra bombeando en sus corazones. Y si usted no me cree, documéntese. Hace cientos y cientos de años, los moros conquistaron Sicilia. Y los moros son negros.

Coccotti: Sí.

Clifford: Verá, por aquel entonces los sicilianos eran como los espagueti del norte de Italia, sí, tenían el pelo rubio y los ojos azules. Sin embargo, los moros invadieron la isla y cambiaron todo el país. Se aparearon tanto con las mujeres sicilianas que cambiaron la línea sanguínea para siempre. Por eso, el pelo rubio y los ojos azules se convirtieron en pelo negro y piel oscuro. ¿Sabe? Me resulta absolutamente asombroso pensar que hoy en día, cientos de años después, los sicilianos todavía llevan esos genes negros. Le aseguro (Coccotti ríe), no en serio, estoy citando la historia, está escrito, es un hecho, está escrito.

Coccotti: Me encanta este tío.

Clifford: No, en serio. Sus antepasados son negros. (Risas) Sí. Y su tataratataratataraabuela se folló a un negro. Y tuvo un hijo mulato. En serio. Es un hecho real. Dígame, ¿cree que miento?

Coccotti: No

Clifford: Porque usted es medio berenjena. (Risas)

Coccotti ríe a carcajadas.

Clifford: (señalando al resto de mafiosos): Y él, y él, y él

Coccotti: Y usted un melón (Risas)- Se levanta y le besa en la mejilla- Menudo tipo. Increíble. -A su segundo, refiriéndose a su pistola- Dámela- Le pega dos tiros- No había matado a nadie desde 1984.

La versión original:

3 comentarios:

SisterBoy dijo...

Detesto la pelicula pero esta escena es inolvidable

SisterBoy dijo...

Ohhhhhhh pero si la has puesto doblada tsk tsk muy mal.

Adso dijo...

Tienes razón. Acabo de añadir la escena en su versión original. Y coincido contigo, la película no es gran cosa, pero en este escena se adivina el guión de Tarantino, está claro. Aparte de que se trata de dos colosos, claro.