martes, 26 de febrero de 2008

El verdadero debate

El verdadero debate es decidir qué disco es mejor, si Blonde on Blonde (1966) o Blood on the tracks (1975). Si los colores, la luz, la variedad estilística e instrumental, el sarcasmo, la grandilocuencia, el surrealismo y esas letras a menudo inaccesibles del excesivo y genial "Blonde on Blonde",

o el minimalista, oscuro y doloroso "Blood on the tracks", sincero y alejado de metáforas crípticas.

El Dylan seguro de sí mismo, carismático, bohemio y provocador, que desafió a los fanáticos del folk al colgarse una guitarra eléctrica al cuello, o aquel que canta para vencer a sus propios demonios, ajeno a la industria, la cultura y su propio mito. La estrella del rock, o el cantante atormentado . La complejidad musical, literaria e incluso interpretativa o la sencillez nacida del estómago y el corazón.

Leopard Skin Pill Box Hat



o Tangled up in blue






En realidad no hay por qué elegir, claro, porque Dylan se reiventa en cada canción, en cada disco, o mejor dicho, cada vez que interpreta una de sus canciones. Yo asocio al Dylan de "Blonde on Blonde" a los Beatles de Sargeant Pepper y a todos aquellos años de creatividad inagotable, en los que parecía que todo era posible. De hecho, al igual que ocurre con los cuatro de Liverpool (y en concreto con el disco mencionado), con Blonde on Blonde también circulan teorías acerca del porqué de su título (sacado del blog Inclasificable ):

1- La fascinación que tenía Dylan por la pareja que hacían Brian Jones y Anita Pallemberg, ambos rubios.

2- Al Kooper dijo que el título nació de una asociación libre.

3- Se relaciona al título de este álbum con Edie Sedgwick, una actriz rubia que participó en varios films de Andy Warhol. También se dice que ella sería la protagonista de la canción "Like A Rolling Stone", y que el diplomático del caballo cromado con el gato siamés en el hombro sería el propio Andy.

4- Algunos afirman que se debe a la obra de teatro "Brecht on Brecht" sobre el dramaturgo alemán Bertolt Brecht.

5- Blonde On Blonde es el acrónimo de B o B.

Muchos años después, la banda punkpop The Muffs tituló su segundo disco "Blonder and blonder" en clara referencia a este disco, aunque no tenga mucho que ver musicalmente.



"Blonde on blonde" siempre lo tuve como referente de lo máximo a lo que podía llegar Bob Dylan, después de maravillas como "Highway 61 revisited" o "Bringing it all back home". Ese disco sonaba a los años sesenta y al rock and roll, a los Beatles, a los Rolling Stones sin dejar de sonar a Dylan. Era blues, era folk, era pop, era psicodelia y era moderno. El disco antes del accidente de moto (¿provocado?), el disco antes del cambio. Un disco excesivo, lleno de canciones, instrumentos (vientos, órganos, teclados, violines, percusión aparte de guitarra, bajo y armónica) sensaciones, colores y melodías. Y con unas letras para utilizar el diccionario y un manual de gramática inglesa. Como una especie de James Joyce fumao. Demasiado. Inalcanzable. Genial. Desde esa oda fumeta que es "Rainy day women" (ahora es cuando te necesitaría, Rea), hasta la larga balada de la dama de los ojos tristes, este disco doble recorre todo tipo de estilos y estados, superando todo lo que uno pudiera esperar hasta entonces de Dylan. La preciosa "Visions of Johanna", la intensa "One of us must know (Sooner or later)", la sencillez y luminosidad pop de "I want you" o "Just like a woman", la vocación de himno de "Stuck inside of mobile with the memphis blues again", el blues eléctrico de "Pledging my time" y "Leopard-skin Pill-box Hat", el boogie de "Temporary Like Achilles", el groove de "Most likely you go your way", la psicodelia de "Absolutely Sweet Mary", la beatlemana (casi Norwegian wood) "4th time around" o ese rock and blues sudoroso que es "Obviously 5 believers". Una obra maestra en la que no sobra ni una nota y que dejó bocaabierta a toda una generación.



Por su parte, "Blood on the tracks" (que gran título) no es tan ambicioso. No es tan largo ni tan variado. En ese sentido, casi podría decirse que es un disco conceptual sobre el desamor. Sobre la amargura tras la ruptura, sobre el dolor amoroso, sobre ese resquemor que a uno se le queda cuando le rompen el corazón en mil pedazos. Pero también sobre la nostalgia y la añoranza de la persona amada. Siempre se le cataloga como el disco del "divorcio" de Sara, algo que Dylan ha negado, pero lo cierto es que el proceso de separación coincide con la gestación de ese disco. Por no hablar de que todas las canciones, salvo el country-western "Lily, Rosemary and the Jack of Hearts" hablan de sentimientos, historias o recuerdos de amores truncados. Desde esa maravilla de "Tangled up in blue" que cuenta una larga historia de desencuentros con una o varias mujeres, pasando por la belleza triste de "Simple twist of fate" en la que el amante trata de explicarse por qué terminó, la distancia con la pareja amada en la grandísima"You´re a big girl now", la rabia contra la ex en "Idiot wind" o la resignación del amante en "You´re gonna make me lonesome when you go". Dolorosa "Meet me in the morning", no hay odio ni rencor en las últimas canciones del disco, como en la nostálgica hasta las lágrimas "If you see her, say hello" (quizás mi favorita del disco), o "Shelter from the storm" y "Buckets of rain", en las que prevalece el recuerdo de la amada de nuevo desde la añoranza y el cariño.

En el apartado musical "Blood" es casi lo contrario a "Blonde on blonde", es decir, un disco acústico (guitarra y armónica), con una línea estilística uniforme (folk y blues) y una producción minimalista. Aparte de todo, Dylan quizás canta mejor que nunca.

"Blonde on blonde" es uno de los discos referentes de la historia del rock y siempre lo tuve presente como modelo inalcanzable. "Blood on the tracks" lo he conocido posteriormente y su verdad -si quieren, su honestidad- me dejó noqueado (con mayor mérito teniendo en cuenta que hablamos de alguien que no tenía nada que demostrar). La diferencia de ambos discos se palpa hasta en las portadas. Nada tiene que ver ese Dylan bohemio, de frente, con palestino al cuello, luminoso y desenfocado de "Blonde" con el dibujo oscuro del perfil de Dylan, casi difuminado y con gafas de sol de "Blood".

¿Con cuál se quedan? ¿Con la brillantez o con el desgarro? ¿Con el abanico musical o con la cantinela dolorosa? ¿Con el cerebro o con el corazón?

sábado, 23 de febrero de 2008

Versiones infieles de Bob Dylan

Seguimos con versiones del viejo Bob, en esta ocasión con algunas de las más irreconocibles. De todos los estilos y gustos, las hay que horrorizarán a los seguidores más puristas, otras quizá sorprendan. A mí me resultan fascinantes. Entre otras cosas porque para mí una versión es una relectura, y por tanto, un riesgo.

Comenzamos con este Blowin´in the wind de Sam Cooke, que el "Black Elvis" lo lleva a los terrenos del soul. Nunca la canción protesta tuvo tanto feeling.




En su disco de versiones "Cheating at solitaire", Mike Ness (líder de Social Distortion) conecta a Dylan con el punk rock callejero. Reconozco que es una debilidad personal.




Más difícil de entender es por qué me gusta la versión tan frívola de una canción tan personal y oscura como "Simple twist of fate", pero lo cierto es que es así. Y eso que no soy fan de Bryan Ferry. No sé si es por la calidad de la canción o por esa manera tan Robert Palmer de interpretarla. Lo cierto es que tiene gracia y acaba por ganarme.



"My back pages" por los Ramones, casi parece un tema del grupo de Queens. La culpa es de la melodía, puro bubblegum pop.



¿Y qué me dicen de Kiko Veneno llevando a Zimmerman al flamenquito? La versión más velvetínica y la última vez que soporté a Santiago Segura.




Este Subterranean Homesick Blues en clave funk por parte de Red Hot Chili Peppers resulta tan difícil de reconocer como las actuales versiones del viejo Bob.



Claro que ninguna versión más infiel que este "Lay lady lay" en clave industrial de Ministry. Una dulce balada se convierte en una plegaria infernal. A mí me encanta esta revisión, pero puedo entender la indignación de algunos fans.




No podíamos terminar esta lista "herética" sin incluir el remix que realizó Mark Ronson de "Most Likely You Will Go Your Way (& I'll Go Mine)", mucho más respetuoso de lo que cabría esperar en un principio.



Esto ha sido todo. ¿Ven como al final no ha sido para tanto?

domingo, 17 de febrero de 2008

Tan desnudos y tan americanos

13 de febrero. Sala Joy Eslava. Madrid.


Una de las características que diferencia el rock and roll de estilos más tradicionales como el folk, el blues o el country es (en estos últimos) el exclusivo interés del intérprete por lo musical en detrimento del aspecto visual del espectáculo, (esto es, el show), aspecto esencial en el circo del rock and roll. Por eso no debió sorprendernos que tanto la telonera y esposa Allison Moorer como la estrella de la noche, el castigado Steve Earle, saltaran a la palestra con lo puesto. Guitarra y voz y nada más. Y digo debió, porque uno que se ha recorrido media España viendo melenudos dando brincos y poniendo posturas termina por dar por sentado que los conciertos son eléctricos y no acústicos, y que aparte de la música, hay un componente teatral de interpretación. Máxime si hablamos de alguien que no es exactamente un folk-singer o un country-rocker, sino más bien un cantante de rock con influencia de la música americana de raíces.

No quiero que este comentario suene como una crítica. Más que nada porque una de mis cualidades preferidas de la música de Earle es su honestidad, su crudeza y su desnudez. Nada de artificios, sólo corazón y estómago. Y una historia que contar en cada canción. Quizás fue más difícil de encajar en el caso de Allison Moorer, que practica un folk tan correcto como monótono (no obstante tengo la teoría de que el folk, o es monótono o no es realmente folk). Eso sí, reconozco (y sonará fatal) que la belleza de su figura (un tipo a mi lado la comparó con Nicole Kidman y me robó las intenciones), su elegancia y su bonita voz compensaron un repertorio poco sorprendente. También es verdad que apenas conocía su música, lo que siempre complica las cosas.

En esta foto y de lejos se parece a la sosa Kirsten Dunst, pero de cerca gana muchísimo.

Lo digo en serio.

Media hora de agradable y repetitiva actuación, mientras su marido la observaba orgulloso en la penumbra del lateral del escenario. No tardó demasiado en salir Steve. Desaliñado, barbudo, con camisa de leñador, gafas y una frondosa barba, se le veía tranquilo y confiado. Armado únicamente con su guitarra acústica y su armónica, empezó a desgranar canciones como quien descubre secretos, a golpes de corazón. Sonaron "My Old Friend The Blues", "Someday" "Devil´s Right hand" (muy celebrada por el público) "Billy Austin", "Goodbye" o "Now she´s gone", sin interrupción, como si todo lo que tuviera que decir, fuera a través de sus canciones. Esta primera parte del concierto nos mostró al Steve más clásico, al cantautor heredero del Springsteen de "Nebraska" y del Dylan más oscuro. Su voz grave, su sentimiento y esas canciones que a veces parecen plegarias bastaron para mantener absorta a la audiencia. A pesar de que se trata de temas que abarcan varios años de carrera, sonaron de manera homogénea, como si pertenecieran a una misma etapa. Y es que estamos hablando de un cantautor heredero y continuador de una larga tradición de música americana. Sólo una voz y una guitarra, como si hiciera falta algo más.


O más bien, una voz y decenas de guitarras e instrumentos de cuerda, porque Steve tocó diferentes modelos, así como un banjo, una mandolina o un bouzoki. Cada canción cambiaba de instrumento, y yo lo registré con mi cámara. Desgraciadamente la mayoría de esas fotos se ven borrosas, ya que un gorila de la Joy Eslava me pidió "amablemente" que no utilizara el flash tras hacer pocas fotos (las mejores de esta crónica) si no quería abandonar la sala antes de tiempo. No tenté a la suerte.

Clasicismo, tradición, música de raíces, austeridad, desnudez... ¿No habíamos quedado en eso, Steve? Es entonces cuando sube al escenario un tipo grueso vestido con una camiseta verde con la imagen de la portada del "Eat a peach" de Allman Brothers Band. Grandísimo disco, dicho sea de paso. Se llama Neil MacDonald y es un disc-jockey. ¿Por fin se justifica que el concierto sea en una pija discoteca de Madrid? En realidad, McDonald utiliza una caja de ritmos para dar mayor contundencia al discurso de Earle. Y es que ahora toca la faceta más combativa y política de Steve, esa que le ha convertido en el enemigo de la América más conservadora, sobre todo por el tema "John Walker Blues" de su disco "Jerusalem", que algunos vieron como una glorificación del terrorismo islámico. En esta parte suenan muchos temas de su último disco "Washington Square Serenade", a golpe de efecto sonoro: "Jericho Road", "Tennessee Blues", "Satellite Radio", "Steve Hammer´s (For Pete)" o la versión de Tom Waits "Way down in the hole". He leído en alguna parte que más de uno deseó cortar los cables del Dj como le hubiera gustado a Pete Seeger cortar los de Dylan en Newport, sobre todo tras la primera parte más tradicional. Y aunque yo también prefiero al Earle más acústico, no creo que estas canciones desentonaran en absoluto con el resto, más que nada porque Earle no cambia la manera de cantar ni la estructura de sus canciones. Steve no rapea, ni se amolda al ritmo del Dj, cuyo protagonismo siempre es secundario. Los efectos sonoros son adornos que suponen una revisión de la canción, como en "Cocaine can´t kill my pain" que sonó más psicodélica (como de resaca de un viaje en ácido), o a veces sirven para acercarnos al rock, sin necesidad de tener una banda detrás.


Más seguidores en todo caso tuvo la vuelta al escenario de Allison Moorer, para cantar con Steve la preciosa balada "Days Aren't Long Enough" de su nuevo disco, o la reivindicativa "City of inmigrants". Se les ve compenetrados, felices, amorosos. Tras un par de canciones se despiden con un beso tierno. Y es que estamos en vísperas de San Valentín, aunque no tocara finalmente "Valentine´s day".


En su última parte, Earle tuvo tiempo de acordarse del que él considera su mentor, Townes Van Zandt. De él tocó "Rex Blues" que terminó fundiendo con la bella "Fort Worth Blues" de esa maravilla que se llama "El corazón". De nuevo por tanto volvía el Steve Earle que uno tiene en mente. Quizás es que se nos olvida que Steve es polifacético, que ha grabado discos de blue-grass y de punk rock, que canta country pero también rockabilly. Finalizó la fiesta con su hit "Copperhead Road" a la acústica, con un público que no paraba de hacer peticiones, y un Steve Earle al que se le veía cada vez más relajado y feliz, incluso tuvo tiempo para hablarle divertido a su audiencia. La noche había pasado en un suspiro y todos nos quedamos satisfechos, pero con ganas de más. En realidad yo estaba destrozado tras un día larguísimo, así que lo de lo que tenía ganas realmente era de una cama donde poder estirarme.

Del resto de mi viaje por Madrid sólo merece la pena destacar (al menos de lo que quiero contar en este momento, tiempo habrá para relatar un episodio que haría las delicias de Peter Sellers en "El guateque") la impresionante fachada del edificio Caixa Forum, que me encontré por casualidad, y que como suele ocurrir en este tipo de museos, es más interesante que lo que alberga en su interior.

jueves, 14 de febrero de 2008

Trois petites notes (6): Bobsesión II

Hace poco he visto No direction home, el relato de Scorsese sobre la traumática conversión de Bob Dylan de icono folk en estrella de rock. Pero el momento más emotivo de ese DVD no está en la película, sino en los extras del segundo disco. Es cuando le preguntan a Liam Clancy cuál es su canción favorita de Dylan, él canta (por calificar de algún modo lo que hace) Girl from the North Country y acaba con un suspiro: ‘Es una canción preciosa’.

En general me encantaron en ese documental los testimonios sobre Dylan de sus colegas del Village neoyorquino, y viceversa. Dylan podrá hacer todo tipo de esfuerzos para eludir cualquier adscripción grupal, pero siempre habla de sus compañeros de fatigas en el Village con enorme respeto en tanto que artistas y personas. Respeto que se contagia inevitablemente al espectador cuando los ve en esas filmaciones procedentes del propio archivo de Dylan. Viejos y quizá olvidados muchos de ellos, resultan sin embargo encantadores y conmovedores.

Y no sólo como personas. Los colegas de Dylan en Greenwich Village eran (son aún hoy) grandes artistas por méritos propios, intérpretes honestos y llenos de personalidad. Todos ellos, cómo no, han versionado canciones de Dylan en un momento u otro, y de esas versiones nos ocupamos hoy.

Dave van Ronk, al que Dylan describe como un intérprete de dos caras por su estilo bronco y su íntima sensibilidad, no sale cantando en los extras. Sin embargo, su sentida versión de He was a friend of mine suena en la banda sonora del documental en un momento determinado.


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Maria Muldaur ha sido, de todos ellos, seguramente quien más capacidad ha demostrado para seguir a Dylan a lo largo de una trayectoria camaleónica y para apropiarse con indiscutible inteligencia y seguridad de canciones de todas las etapas. Ella es, por derecho propio y fuera ya de la 'bobsesión', uno de mis descubrimientos musicales de este año. Aquí versiona Moonlight, de Love and theft.


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Mavis Staples tiene muchos competidores en este tema de Dylan que ha cantado todo cristo con una vinculación siquiera lejana con el gospel. Pero su interpretación de Gotta serve somebody es mi favorita entre todas las que he oído. Eso sí, no hay en ella nada de la encantadora ingenuidad que caracteriza su testimonio en la película: aquí es toda energía y talento narrativo.


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Liam Clancy, al que ya no cabe imaginar sino con la gorra irlandesa y la pinta de cerveza en el pub, grabó esta versión de When the ship comes in junto a Robbie O’Connell y su hermano en un álbum titulado Older but not wiser. Sencillamente no es verdad.


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Joan Baez es, de todos los antiguos colegas, la única que ha logrado que determinadas canciones se asocien más a ella que al propio Dylan. De hecho, puede que su interpretación de Farewell, Angelina sea la versión definitiva de esta canción.


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Y, para acabar, el compañero de fatigas del Village que (significativamente, según las malas lenguas) no aparece por ningún lado en No direction home: Ramblin’ Jack Elliott. Viejo vaquero donde los haya (y con todos los años del mundo en su voz) que, sin embargo, sí ha sido invitado a grabar Just like Tom Thumb’s blues para la banda sonora de I’m not there, de Todd Haynes. Oiganle, ya que no pudieron verle.


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Ojalá les gusten. A mí les confieso que me conmueven, pese a no ser fan.

lunes, 11 de febrero de 2008

De Gram Parsons a Bob Dylan en tres pasos


El próximo miércoles me voy a Madrid para ver a Steve Earle en concierto, en la Joy Eslava, una sala que se está conviritiendo en todo un referente del rock and roll en la capital (allí vi a Redd Kross el año pasado, y Dios mediante veré a Marah a final de mes), sobre todo cuando El Sol se queda pequeño. Se trata de una cita esperada, llevo siguiendo a Steve desde la edición del maravilloso "I feel alright" (1996), el disco que le devolvió a la vida, tras una temporada en el infierno: drogas (hay una canción titulada "Cocaine Cannot killed my pain"), divorcios, estancia en la cárcel, pérdida de popularidad... La voz que canta en "I feel alright" es la de la rabia y la esperanza, la voz que surge del tipo que se levanta tras la caída, la de un auténtico superviviente que da lo mejor de sí en una colección de canciones de amor y dolor, ese hardcore troubadour que el día de San Valentín no tiene diamantes para su amada, pero ofrece su alma. Un disco qu rezuma honestidad brutal, y que contiene canciones tan luminosas como "I feel alright":




La telonera del gran Steve será su esposa (¡la séptima!) Allison Moorer, una cantante folk de la que no conozco demasiado. Buscando en Youtube me he encontrado este clip que rinde un hermoso tributo a Gram Parsons, y que es la verdadera razón de esta entrada. La canción no está mal pero es la presentación "divina" de Gram, "resucitando" en Joshua Tree con su uniforme de Flying Burrito la que me obliga a subirla a este blog.



Allison Moorer - Send Down An Angel

Sobre la conexión con Dylan, no sería difícil de encontrar, no sólo por la influencia evidente en Earle (Dylan y Gram son dos de sus máximos referentes, sobre todo el primero), sino porque ambos (Earle y Moorer) viven en la misma calle del Greenwich Village donde se tomó esta foto:

Esa foto y el hecho de que Earle se ha vuelto cada vez más un cantautor protesta con influencias rockeras (uniendo así dos etapas de Dylan, la tercera podría venir con sus discos de bluegrass) debería bastar. Sin embargo, vamos a conectar también a Gram Parsons, que fue miembro deThe Byrds, que era un grupo que hacía versiones de Dylan tan conocidas como esta:





Ojito al mullet de Roger McGuinn, recuerda al Macca 90´s (de hecho, el vídeo es de 1990), Chris Hillman, David Crosby, y por supuesto... ya saben.

sábado, 9 de febrero de 2008

Trois petites notes (5): Plataformas y elecciones

Hoy que sabemos que Miguel Bosé pone su reputación al servicio de Zapatero mediante una nueva plataforma y antes de que Scarlett Johanson cumpla su amenaza de publicar un disco de versiones de Tom Waits, parece el día indicado para traer aquí el último éxito de youtube, promovido por el cantante de Black Eyed Peas en apoyo a Barack Obama.



¿La conexión con Dylan? Que el vídeo lo dirige su hijo.



viernes, 8 de febrero de 2008

Cuidado con el Wasabi

(Encontrado en un WOK)

Y como todo está conectao, Dylan en Japón (1978):

jueves, 7 de febrero de 2008

Trois petites notes (4): Bobsesión I

Yo la obsesión dylaniana de esta temporada la canalizo mayormente mediante la visión de pelis (Don’t look back, No direction home) y la compilación de versiones. Y en este proceso me he dado cuenta de que a Dylan lo han versionado casi todos los mejores guitarristas del pop y el rock, y también muchos de los mejores pianistas de la música popular.

En lo tocante a las guitarras, pasaremos por alto a la santísima trinidad de versionadores de Dylan (Jimi Hendrix, George Harrison, Jerry Garcia), cuyas interpretaciones son más conocidas, para que no se agoten de tanto GoEar y nos iremos directamente a algunas versiones menos conocidas, pero no por ello menos interesantes. A mí me gustan mucho estas tres.

Aunque ya se sabe que las comparaciones son odiosas, a mí me parece que Johnny Jenkins y (casi sobre todo) la guitarra de Duane Allman consiguen mejorar el original en este caso.


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Casi no debe haber una guitarra más escueta y más precisa en la historia del blues que la de Taj Mahal.


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Ni casi tampoco un pop acústico mejor trabado que el de John Martyn, tan injustamente ignorado.


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En cuanto a los pianistas, con permiso de Duke Ellington, nos quedaremos con estos tres.

El piano siempre clasicista y creativo de Nina Simone, que dialoga como le da la gana consigo misma mientras el bajo, la percusión y los coros le sostienen el tono hímnico de la canción.


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El familiar piano arrollador de Jerry Lee Lewis: nadie diría que esta canción no es suya.


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Y uno de los pianos mejor integrados en una banda de rock (y por ello uno de los más solicitados por todos los grandes): el de Leon Russell. De verdad que me parece uno de los tipos que mejor han versionado a Dylan en esta vida.


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Que les gusten.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Hoy es el cumpleaños de Axl Rose


Tal día como hoy, hace 46 añazos nació William Bailey en el pueblecito de Lafayette, Indiana. Quicir, el gran Axl Rose, cantante y líder de la última gran banda de rock de la Tierra (con permiso de The Black Crowes), Guns and Roses. Desde la cadena queremos felicitarle por habernos brindado tantos buenos momentos de música, escándalos e idioteces que han hecho que aún hoy, 15 años desde el último disco de estudio de los guns, y con la espera interminable de "Chinese Democracy" (nada menos que 14 años), ese disco fantasma que jamás se editará (su "Smile" particular), sigue generando interés.

Su música me ha acompañado desde que iba al instituto y nunca me ha abandonado. Su decadente vida personal la he seguido al dedillo, como si formara parte de mi familia. He tenido la inmensa suerte de ver dos veces en directo a Guns and Roses, en 1992 en Sevilla y hace dos años en Madrid, donde sólo él era miembro fundador de la banda. Más viejo y algo desmejorado pero sin perder su estatus de estrella (llegó dos horas tarde al escenario, como en los viejos tiempos) fue emocionante reencontrarme con uno de mis ídolos. No importa que el público no se enterara de nada, al fin y al cabo eran demasiado jóvenes para saber lo grande que fue este hombre.

Como estamos en plena Dylanmanía, lo lógico es apagar las 46 velitas a ritmo de esta magnífica versión, que amenizaba las noches de la Plaza Sony de la Expo´92 de Sevilla, en aquel inmenso Jumbotrón que me río yo de las televisiones de plasma. Llamando a las puertas del cielo para hablar con Freddie Mercury, en un Wembley abarrotado en el que Guns and Roses reinaron. Eran otros tiempos, y nosotros también éramos otros. Felicidades Axl.


martes, 5 de febrero de 2008

Dylan everywhere


Porque sí. Porque me da la gana, vamos a hablar mucho de Bob Dylan en las próximas semanas. Sigo en plena fiebre dylaniana, que a estas alturas ya debería estar curada. Pero es que no estoy tomando ningún analgésico, no me gusta automedicarme. Estoy tan mal que hasta me parece verle en anuncios de Ballantines, en las marquesinas de las paradas de autobús.

La idea es hablar del Dylan actual y del de otros tiempos, el de siempre. O de temas relacionados con él, como la Expo de Zaragoza, para la que se grabó este anuncio, en la que hizo una nueva e interesante versión de "A hard rain's a-gonna fall":




Al final del anuncio, el propio Dylan presta su voz para hablar del agua (el tema de la Expo 2008), aunque tampoco es que se le vea muy implicado. Más parece un mero trámite que otra cosa. Y es que ya sabemos que siempre ha tenido un lado "postmoderno", o más bien que siempre ha hecho lo que le ha dado la gana. Lo que resulta chocante es esa fijación con Amaral, cada vez que viene a España. Quizás es que el promotor, a la hora de decidir los teloneros, le da a elegir entre varios artistas y ella es la única mujer en la lista. Ya saben como es el viejo Bob con las mujeres. Vean por ejemplo este otro anuncio de Victoria´s secret, con el fondo musical de "Lovesick", donde trata de seducir a Adriana Lima a base de miradas matadoras:





Para terminar este repaso publicitario del viejo Bob, os dejo con este spot del nuevo Cadillac Escalade, protagonizado por él mismo en plan "road movie". Y es que nunca ha disimulado su afán por aparecer delante de las cámaras.



Pronto, más Dylanmanía, que trataremos de conjugar en la medida de lo posible con otros temas diferentes. Aunque como saben, todo está conectao.

lunes, 4 de febrero de 2008

Tom Petty and the Heartbreakers en la Super Bowl

Ya es una tradición que en el descanso del evento deportivo más importante del año en Norteamérica, la final de la Super Bowl, una estrella de la música moderna interprete sus hits en directo delante de una audiencia millonaria (en el estadio y sobre todo a través de los televisores de medio mundo). Cada artista aumenta el prestigio del evento, y al mismo tiempo se beneficia de ser el centro del universo durante quince minutos. No todo el mundo puede tocar en la Super Bowl. En ediciones anteriores han participado algunos de los más grandes (The Rolling Stones, Paul McCartney, Aerosmith) y ayer le tocó al grandísimo Tom Petty y sus rompecorazones. No defraudó ni el espectacular escenario en forma de corazón (con la guitarra incrustada, el logo de la banda) ni el repertorio elegido, con alguno de sus clásicos inmortales. Un show americano por los cuatro costados, con toda la grandilocuencia, exceso y megalomanía que requiere una final que es más un espectáculo que un acontecimiento deportivo. El tipo que ha subido el vídeo al youtube ha acortado "American girl", algo que merece la pena máxima. Por fortuna deja intactas "I wont´t back down", "Free fallin" y por supuesto, "Runnin´down a dream". Toda una celebración del american way of life, las barras y las estrellas, el heroísmo del individuo y el gran sueño americano. Con la misma melena rubia de hace treinta años, un elegante flattop y una energía que parece no agotarse nunca, Tom Petty y sus rompecorazones reinaron delante de millones de rednecks cerveceros y chicas de instituto. Por cierto, ganaron los Giants de New York.